lunes, 23 de noviembre de 2009

parque

El silencio impera alrededor de Cecilia, su mirada apunta hacia un árbol algo maltratado por el tiempo pero en realidad no está mirando nada. Ceci, como le gusta que le digan, se encuentra sentada en la banca de un parque esperando que la casualidad llegue hasta donde está, esperando que suceda cualquier cosa que aleje de ella todo pensamiento negativo, el viento choca contra sus cabellos una y otra vez levitándolos y regresándolos a su sitio, el frío la hace tiritar, siente su nariz, orejas y labios helados, sin embargo no desea moverse, es relajante no pensar en otra cosa que no sea el esperar no congelarse, mirarla es lo que a mí me relaja, yo soy la casualidad que quizás ella no espera tanto, me quito el suéter que llevo puesto para recargarlo en sus hombros y mi bufanda para enredarla a su cuello, me quito un beso para adherirlo a su mejilla izquierda, no se me ocurren palabras y callado, en la banca de aquel parque, me siento a su lado, miro su rostro como ella hace con el árbol, voltea a verme y una breve sonrisa se le escapa de la boca, la boca que ahora paseo con mis dedos su contorno, quisiera secuestrarle esa sonrisa y colocársela cada que tiene esa mirada distante, cada que no sé que responderle y requiero expresarle mi empatía, mi padecer por esa leve tristeza que en ciertos días tira de sus cabellos. Sin más se acerca a mí, recarga su nariz en la mía y me dice que ya no quiere estar ahí, ha encontrado otra distracción que no es el no congelarse, su casualidad no tan esperada, me levanto y la miro hasta que decide hacer lo mismo, comenzamos nuestro pausado andar, lleno de hojas secas bajo nuestros talones, con mi mano atorada en la suya y con una sonrisa compartida que desbarata toda tristeza, daño, enojo, dolor y frío…


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