martes, 24 de noviembre de 2009

esperando


Hoy me ocurre que soñé con alguien y ya hace unos días, semanas quizá, que estoy enojado con este alguien, soñé que la lastimaba, que fui demasiado hiriente y despierto sintiéndome culpable. Sigo enojado (supongo) pero ahora paseo la mirada en el sitio exacto en que se encuentra el teléfono, esperando con esto hacer surgir la llamada que provoque el reconcilio, pienso si ella estará enojada o por qué no ha llamado antes para decirme que no pasa nada, que todo está bien entre los dos. Antes de ser tan cruel con ella en mi sueño me había propuesto mostrarme indignado, suponía que al responder su llamada actuaría con cierta dureza y a modo de reclamación le hablaría de todo aquello que me ha tenido “sentido”, me enoja que tal vez no pueda actuar así porque estaré soñando despierto, cavilando acerca de lo mucho que me duele herirla. Reviso mi celular, tampoco mensajes me han llegado, seguramente no tiene crédito ¿y si le deposito algo? ¿y si no me habla ni me manda mensaje? Eso sí que me indignaría, quizá si tiene crédito y me está torturando, se está burlando de lo desesperado que estoy por que me hable pero no es así, a veces sucede que uno no tiene otra cosa en que pensar y se ocupa en tonterías, si me llama le reclamaré furioso por todo esto que me hace… pero quizá anda muy ocupada o puede que esté pensando en por qué yo no la he llamado, tal vez le cortaron el teléfono y tuvo que empeñar su celular para pagar apenas la mitad… bueno, tampoco está en la ruina ni se viste con harapos ¿qué estará haciendo ahora? Ya no debe tardar en llamarme.

De un momento a otro ya no sé cómo actuar si es que me llama y todo por ese tonto sueño que no puedo borrarme de la cabeza, pude haber aguantado más y más días sin pensar en ella pero ahora no sé qué hacer, quizá no debiera siquiera de contestar la llamada, que conteste la contestadora y dependiendo lo que diga contesto, eso no falla nunca… ¿dónde consigo una contestadora?

De pronto el teléfono suena y enredado en todo este monologar contesto sin más, es ella que dice:
-hola
-hola- digo y tras una breve pausa continúo -soñé contigo

-¿qué soñaste?
-nada, no lo recuerdo ya

lunes, 23 de noviembre de 2009

parque

El silencio impera alrededor de Cecilia, su mirada apunta hacia un árbol algo maltratado por el tiempo pero en realidad no está mirando nada. Ceci, como le gusta que le digan, se encuentra sentada en la banca de un parque esperando que la casualidad llegue hasta donde está, esperando que suceda cualquier cosa que aleje de ella todo pensamiento negativo, el viento choca contra sus cabellos una y otra vez levitándolos y regresándolos a su sitio, el frío la hace tiritar, siente su nariz, orejas y labios helados, sin embargo no desea moverse, es relajante no pensar en otra cosa que no sea el esperar no congelarse, mirarla es lo que a mí me relaja, yo soy la casualidad que quizás ella no espera tanto, me quito el suéter que llevo puesto para recargarlo en sus hombros y mi bufanda para enredarla a su cuello, me quito un beso para adherirlo a su mejilla izquierda, no se me ocurren palabras y callado, en la banca de aquel parque, me siento a su lado, miro su rostro como ella hace con el árbol, voltea a verme y una breve sonrisa se le escapa de la boca, la boca que ahora paseo con mis dedos su contorno, quisiera secuestrarle esa sonrisa y colocársela cada que tiene esa mirada distante, cada que no sé que responderle y requiero expresarle mi empatía, mi padecer por esa leve tristeza que en ciertos días tira de sus cabellos. Sin más se acerca a mí, recarga su nariz en la mía y me dice que ya no quiere estar ahí, ha encontrado otra distracción que no es el no congelarse, su casualidad no tan esperada, me levanto y la miro hasta que decide hacer lo mismo, comenzamos nuestro pausado andar, lleno de hojas secas bajo nuestros talones, con mi mano atorada en la suya y con una sonrisa compartida que desbarata toda tristeza, daño, enojo, dolor y frío…


jueves, 5 de noviembre de 2009

tarde sin lluvia


tus pausados pasos han regresado, la alegría se atoró en el brazo de eso que llevas puesto y la has traído hasta aquí sin darte cuenta, me elaboras conversaciones de tu cotidiano y del mío, las risas surgen leves o estruendosas sin temor de quien las escucha, se abalanzan sobre las ventanas que habitan este espacio, la tranquilidad se deposita suavemente entre los dos, te miro la ternura de tus ojos y tu voz que habla de eso que te hace daño todavía, introduces temas que divierten mi escucharte y me escuchas, eso que yo te digo o que te respondo, ya nos vamos pero te arrojas sobre mí y se me resbala un beso en tus labios mientras te acomodo y otro beso cuando te incorporas, no sé qué hice, de pronto parece que mi torpeza abre el cielo de tus labios y tu boca contagiada tropieza con la mía y se sumerge en el combate de despacios besos y estocadas de mi lengua contra tus dientes, provocando el néctar de sabores que guardabas sólo para mí, consecuencia de este preludio de lo que será cuando algo sea, después de ese breve abrazo tan prolongado vuelvo a tus dientes, a tus labios, al combate, a las estocadas y el néctar de sabores pero tus salados besos se van disminuyendo y surge entonces el silencio, quizás es el primer silencio incómodo que te he escuchado, caminamos con cemento en los zapatos, conversaciones ligeras ayudan a dar el paso siguiente, no sé qué hacer Ceci, tal vez sujetar tu mano no ayude mucho, soy el ser más feliz del planeta y no sé cómo hacer para extraer la felicidad de toda esta culpa que me duele la cabeza, quisiera regalarte esta alegría, compartirla contigo, debería escaparme de ti y no portarme bien sólo con otros seres, con seres sin invisibles alas, me derrumba no saber qué hacer para resarcir el daño que camina lagrimas sobre tus manzanas mejillas y tus mandarinas labios, digo hasta luego queriendo decirte no te vayas pero te vas después de este prolongado abrazo recortado a la mitad, me cuento a mí mismo lo que ha pasado y no me creo nada.